La edad es sólo un número directamente relacionado con el cuerpo humano y su salud. El espíritu no entiende de edades y puede ser inmortal.
Cumplimos años y parece que con ellos nos queda uno menos por vivir.
Sí, es cierto. Pero en cada uno de los años cumplidos hemos hecho tantas cosas, hemos reído y llorado tanto, hemos visto amaneceres y atardeceres preciosos. Hemos recibido el doble de lo que nosotros damos, sin esperarlo. Hemos soñado con ser mayores, y ya lo somos. Con tener hijos, y llegamos a tenerlos. Con enamorarnos una y otra vez hasta creer haber dado con la persona complementaria a nosotros.
Luchamos por realizarnos como personas, por alcanzar la felicidad a nuestra manera. Y sin querer, con el paso de los años, lejos de que se nos escape la vida de las manos, crecemos con ella y no dejamos de aprender. Nos damos cuenta de quienes son aquellos que nos dan un hilo de aliento nuevo cada día para poder respirar, para seguir caminando por este sendero vital.
Es maravilloso cumplir años, soplar velas, y por qué no, ver nuestras primeras arruguitas salir. Si cada una de ellas pudiese hablar y contarnos por cuantas carcajadas ellas han quedado marcadas en nuestro rostro…no las veríamos como algo antiestético, sino como algo digno de una vida.
Por todo esto y mucho más que sería interminable contabilizar, debemos vivir cada segundo de cada día cómo si verdaderamente fuese el último. Sé que ésta es una frase muy manida pero creo realmente en ella y cada día más. Y en lugar de penar o sufrir por dejar de estar en lo terrenal algún día, deberíamos decir…”pero si ya no tengo nada más que hacer, seguro que en otro lugar podré seguir haciendo cosas maravillosas con las que seguiré disfrutando”.
Fotografía. vejezyvida.com
